«No es mi cumpleaños ni ningún otro día especial. Tuvimos nuestro primer disgusto anoche, y él dijo muchas cosas crueles que en verdad me ofendieron; pero sé que él está arrepentido y no las dijo en serio, porque hoy me mandó flores.
»No es nuestro aniversario ni ningún otro día especial. Anoche me lanzó contra la pared y comenzó a ahorcarme. Parecía una pesadilla, pero de esas en que uno está despierto y sabe que es una pesadilla. Esta mañana me levanté adolorida y con golpes en todas partes del cuerpo; pero sé que él está arrepentido, porque hoy me mandó flores.
»No es el día de San Valentín ni ningún otro día especial. Anoche me golpeó y amenazó con matarme. Ni el maquillaje ni las mangas largas podían esconder las heridas y los golpes que me causó esta vez. No pude ir al trabajo hoy, porque no quería que se dieran cuenta; pero sé que él está arrepentido, porque hoy me mandó flores.
»No es el Día de la Madre ni ningún otro día especial. Anoche me volvió a golpear, pero esta vez fue peor que las demás. Si logro dejarlo, ¿qué voy a hacer? ¿ Cómo puedo yo sola sacar adelante a los niños? ¿Qué pasará si nos falta el dinero? ¡Le tengo tanto miedo! Y sin embargo dependo tanto de él que temo dejarlo. Pero sé que él está arrepentido, porque hoy me mandó flores.
»Hoy es un día muy especial, el día de mi funeral. Anoche por fin logró matarme. Me golpeó hasta dejarme sin vida. ¡Si sólo hubiera tenido el valor y la fortaleza de dejarlo! Porque si hubiera aceptado la ayuda profesional que me ofrecieron.... ¡hoy no habría recibido flores!»
Este imaginario relato póstumo escrito por una autora desconocida* nos obliga a encarar los innumerables casos de mujeres que aún en el siglo veintiuno se dejan maltratar y no le ponen fin a la violencia por el temor que le tienen a su agresor. El relato lo respalda un anuncio de interés público auspiciado por el gobierno colombiano, televisado a fines del año 2004, que sostiene que todos los días en Colombia una de cada seis mujeres es víctima de maltrato y no lo denuncia. El anuncio presenta a una mujer disfrazada de mimo que, al quitarse el maquillaje, muestra las marcas de los golpes que ha sufrido en el rostro.
Gracias a Dios, cuando somos víctimas de semejante violencia podemos acudir a Él con la confianza de que no sólo comprende nuestro dolor, sino también de que tiene poder para darnos la fortaleza necesaria para abandonar al victimario y buscar ayuda profesional. Dios envió a su Hijo Jesucristo al mundo para que sufriera en carne propia el maltrato a manos de crueles verdugos, y así pudiera identificarse con nosotros, interceder por nosotros y ofrecernos a cada uno su ayuda oportuna en toda circunstancia adversa de la vida.
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