Fuerte torre es el nombre de Jehová; a el corre el justo y se siente seguro.
proverbio 18: 10
¿Le suena esto familiar? Usted toma la resolución de pasar más tiempo en la oración, lo hace a la hora fijada, cae de rodillas, abre su boca y no logra nada. Claro, se las arregla para decir unas cuantas palabras acerca de lo que necesita que Dios le conceda a usted y a su familia, pero debe orar por más que eso, ¿verdad?
Sí, debe hacerlo. Las necesidades del cristiano le interesan, sin duda, a Dios, y ni siquiera lo más pequeño le pasa desapercibido. Pero Él le dice a Su pueblo que deben imitar a Jesús, "no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros" (Fil. 2:4). Sin embargo, la oración abnegada no es algo natural en nosotros. Pensamos fácilmente que Dios es alguien que está para obedecer nuestros deseos.
Afortunadamente, Él nos ha dado un Ayudador, el Espíritu Santo, que intercede por nosotros cuando no sabemos "pedir como conviene" (Ro. 8:26). Él es nuestro pronto y oportuno aliado en cuanto a la oración efectiva. ¿De qué manera debemos colaborar con la intercesión del Espíritu en favor nuestro? Primero, debemos reconocer la autoridad, la santidad y la gloria de Dios. Luego, tenemos que rendir nuestras vidas a Su dirección. Si lo hacemos, la voluntad y los deseos del Señor se convertirán en lo más importante para nosotros. Finalmente, debemos someter nuestro futuro a Dios, confiando en que Él sacará un gran bien tanto de las circunstancias negativas como positivas de nuestra vida.
Al someternos al Señor, descubrimos más paz y más gozo. Encontramos nuevas palabras para nuestras oraciones. Pero más importante aun, alcanzamos una comprensión más profunda de la grandeza de Dios.
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