Las minas terrestres no son sólo letales; son siniestros artefactos colocados estratégicamente justo debajo de la superficie de la tierra, donde permanecen sin detectar hasta que se aplica una presión. Luego explotan, causando heridas tan graves que cualquier idea de recuperación parece imposible.
Muchas personas piensan erróneamente que Satanás utiliza medios claros para desviarnos del camino y conducirnos al campo de batalla donde él ha puesto su siniestro arsenal, pero no es así como él trabaja.
El enemigo no se muestra tan claramente. Sus armas de guerra más destructivas son mucho más sutiles. Cuando nos movemos en su dirección y pisamos el terreno que ha sido cultivado con el pecado y la corrupción, las minas terrestres del Enemigo explotan debajo de nosotros, y eso nos deja retorciéndonos por el dolor emocional. Los sentimientos de culpa, vergüenza y remordimiento levantan muy pronto una barrera entre Dios y nosotros.
Entre las minas terrestres espirituales más comunes están el orgullo, los celos, la envidia, la falta de seguridad, el compromiso, la falta de perdón, la frustración, el temor, la inmoralidad, el pecado sexual y la negligencia. Estos son los artefactos que el Enemigo pone en nuestro camino en su empeño por evitar que experimentemos el amor de Dios.
EL no quiere que tengamos una relación personal íntima con el Salvador. Dios nos creó para tener compañerismo. Su mayor deseo es que sepamos quién es Él y que conozcamos Sus designios. También quiere que tengamos compañerismo con los demás, pero el pecado impide esto, y el enemigo lo sabe. No es posible disfrutar del compañerismo con Dios si, en lo más recóndito de su mente, usted está luchando con pensamientos de celos, temores, inseguridad y envidia.
Finalmente, el enemigo quiere que sucumbamos a la duda y el temor. Una persona temerosa es un blanco fácil para nuestro Enemigo. Hubo un tiempo en que enfrenté mucho pesar. La tentación de dudar de la bondad de Dios era fuerte, y la idea de volverme temeroso debido a mis circunstancias era todavía más fuerte. Pero Dios, en su fidelidad, me recordó: “Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas” (Josué 1:9).
Nunca tenemos una razón válida para sentirnos temerosos, porque el Dios soberano del universo nos ama con amor eterno, tiene un plan para nosotros y está comprometido a velar por nosotros. Si surgen problemas, Él no se turba. El mismo Dios que ha prometido amarle por la eternidad, no se adormece ni se duerme.
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