viernes, enero 27, 2006

Un alentador espiritual

El Señor quiere que todos sus hijos sean alentadores espirituales. Un alentador es capaz de ponerse al lado de alguien para darle esperanza, y la motivación que le permita perseverar en medio de los momentos de dificultad. No venimos al mundo con esta habilidad, pero sí podemos seguir varios pasos básicos para llegar a ser capaces de dar apoyo a un amigo que esté sufriendo, y de identificarnos mental y afectivamente con él.
Primero, debemos estar dispuestos a experimentar el sufrimiento. El apóstol Pablo, quien fue un gran alentador, dijo que podemos consolar a otros con “la consolación con que nosotros somos consolados por Dios”. Para poder experimentar el consuelo, y que éste fluya a través de nosotros, debemos de haber pasado por algún sufrimiento. Hay poder en el toque de una persona que ha estado en el valle de la aflicción. Una persona que ha experimentado el dolor no ofrece palabras vacías, sino esperanza.
Segundo, tenemos que aprender los principios accesibles a nosotros en nuestro sufrimiento y ver nuestra aflicción como un curso de la universidad de Dios que nos permitirá graduarnos en consolación. El Señor nos enseña que debemos poner nuestra confianza sólo en Él, y luego transmitir ese conocimiento a otros.
Los mejores alentadores espirituales son los que dicen: “Lo único que pude hacer fue clamar a Dios. Déjeme decirle lo que el Señor hizo en respuesta a mi clamor”. Si tratamos de escapar del dolor, desaprovecharemos los principios que aprendemos con nuestro sufrimiento; y no seremos útiles a otros.

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