viernes, septiembre 19, 2008

Accionando por la Verdad

Muchas veces pedimos tan intensamente la sanidad, pero pocas agradecemos por ella. Cuando estamos en aprietos, clamamos y pedimos. La Biblia dice que le podemos pedir, pero también que debemos llegar con acción de gracias.

Lucas 17:11-19 Yendo Jesús a Jerusalén, pasaba entre Samaria y Galilea. Y al entrar en una aldea, le salieron al encuentro diez hombres leprosos, los cuales se pararon de lejos y alzaron la voz, diciendo: ¡Jesús, Maestro, ten misericordia de nosotros! Cuando él los vio, les dijo: Id, mostraos a los sacerdotes. Y aconteció que mientras iban, fueron limpiados. Entonces uno de ellos, viendo que había sido sanado, volvió, glorificando a Dios a gran voz, y se postró rostro en tierra a sus pies, dándole gracias; y éste era samaritano. Respondiendo Jesús, dijo: ¿No son diez los que fueron limpiados? Y los nueve, ¿dónde están? ¿No hubo quien volviese y diese gloria a Dios sino este extranjero? Y le dijo: Levántate, vete; tu fe te ha salvado.

Aquellos hombres de lejos clamaron al Señor diciendo “ten misericordia de nosotros”. Pareciera ser que estaban unánimes, en un mismo sentir y creían lo mismo. No gritó uno una cosa, y el otro, otra; sino que los diez clamaron igual. Esta frase “ten misericordia”, no es trillada, gastada, hueca, sino una expresión, una confesión de fe. Parece ser que lo que Dios da por misericordia en la mente de algunos, no lo da por fe, pero uno no puede clamar misericordia, si no cree; estamos llenos de dichos religiosos. El “amén” no es un “así sea”, sino un grito; el “gloria a Dios” no saben ni cuándo decirlo. Como que es la jerga, el lenguaje religioso que está sustituyendo la fe que se lleva en el corazón. Esta está llena de palabrería religiosa, que parece ser que te da la imagen de ser un gran cristiano. Un montón de palabras se dicen del diente al labio, pero no se viven en el corazón. Es algo religioso, cambiamos las expresiones que teníamos antes, por dichos o palabras que no salen del corazón.

Estos hombres no expresaban una simple repetición que oyeron por ahí, sino que realmente creían que Jesús los podía sanar, habían escuchado de El. Pensaron: “Jesús nos puede sanar”. Algunos quizás dijeron: “La lepra no se puede sanar”. Pero otros decían: “El quiere sanar a la gente. Hemos escuchado de otro leproso a quien Jesús sanó”. Estaban esperando que Jesús pasara y cuando lo hizo, clamaron “ten misericordia de nosotros”.

Debes de decir: “Yo no puedo recibir esta enfermedad, porque en la Biblia dice que por sus llagas soy sano. Este es mi testamento y lo leo, aquí está mi herencia; a qué tengo o no derecho; qué tengo y que no tengo que hacer”. Pero vienen con la costumbre de tener a sobre la mesa de noche la Biblia y ver el Salmo 91. Creen que la Biblia por sí sola produce resultados, pero no es así, hay que leerla, creer lo que dice y ponerlo en práctica. Algunos ponen excusas como “es que no la entiendo”. Pero algo tiene que entender. Dios la escribió para que la entiendas por su Espíritu Santo. Y si no entiendes algo, continúa leyendo, hay otras cosas más que entender.

Basta de frases trilladas, tengamos fe y creamos su Palabra. Bartimeo usó la misma frase; él estaba ciego, pasó Jesús y de repente, empezó a gritar “ten misericordia de mí”. La gente lo calló, pero él siguió gritando. Hasta que Jesús dijo: “Tráiganlo aquí”. Logró captar la atención de Jesús por la fe. Hay personas que quieren que Dios les dé resultados, pero no quieren su Palabra. Bartimeo dijo: “Ten misericordia de mí”, era una expresión de fe, no de “a ver qué resulta”.

Veo a personas cristianas que se expresan de muchas formas, pero carecen de fondo. Dondequiera están “gloria a Dios, Santo, Amén”, pero en las oficinas no trabajan bien, no entregan las cosas a tiempo, no hacen lo que el jefe pide. Eso no da gloria a Dios, eso da lástima, pena, vergüenza.

Ustedes no han sido enseñados a decir “aleluya” cada media hora, sino a escuchar la Palabra y cumplirla, esa es la manera más cercana a lo que la Biblia pide que tengamos, no ese montón de gritos y cosas. Yo no digo que no las digas, porque dice que cuando regresaron, gritaron, pero hay que saber cómo dar la gloria a Dios, cómo se le alaba.

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