Mientras manejaba de camino a casa una mañana, vino a mí un
pensamiento, de que garantía tenía yo de llegar a una esquina y que todo este a
mi favor, sin que venga otro vehículo el cual pueda causar algún tipo de
inconveniente, que solo la mano de Dios es el que permitía que llegara a cada
esquina sin problema alguno, en fin no era mi experiencia como chofer que me mantenía
exento de algún peligro.
Luego al llegar a un semáforo en luz roja que hizo que me
detuviera, al ver la señal de para, vino otro pensamiento a mí, que al hombre
se le ha dado señales para qué, pero esas señales las pasa por alto, cuántas
veces hemos visto o escuchado de personas que han tenido accidentes por conductores que han desobedecido
una señal de detenerse.
Entonces, seguía gravitando en mis pensamiento, que en los
tiempos de Jesús, le pedían señales, más él dijo que eran hipócritas y que
señales no les daría, lo que entendía yo con esto, era que efectivamente las
señales que se les han dado al hombre han servido para advertencias, pero que
el hombre siempre ha pasado por alto estas advertencias.
Cuando Dios nos deja saber de alguna manera que nos está
llamando a hacer algo para él, normalmente el hombre pide alguna señal que le
ayude a saber que está siendo llamado, pero las señales, pero el hombre lo que
necesita es una confirmación, pues las señales se ven y se pasan por alto, no
causan un efecto en nuestras vidas, como lo hace una confirmación, pues cuando
Dios confirma algo, sella en nuestro corazón su voluntad y trae un cambio.
La señal es que la ley dice que no debemos de pasarnos en
rojo un semáforo, pero la pasamos por alto y nos vamos en rojo, la confirmación
es que un oficial de tránsito te para le aplica la ley y esto plasma en nuestro
corazón que no lo debo de hacer y trae un cambio de actitud.
La palabra de Dios está llena de acciones, que de manera universal
nos ordena a hacer su voluntad, con las cuales debemos de iniciar nuestro
caminar en Cristo, los que han sido
llamados a una tarea especial le será confirmado.
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