Bueno es alabarte, oh Jehová,
Y cantar salmos a tu nombre, oh Altísimo;
Anunciar por la mañana tu
misericordia,
Y tu fidelidad cada noche,
En el decacordio y en el
salterio,
En tono suave con el arpa.
Por cuanto me has
alegrado, oh Jehová, con tus obras;
En las obras de tus manos me gozo.
¡Cuán grandes son tus
obras, oh Jehová!
Muy profundos son tus pensamientos.
El hombre necio no sabe,
Y el insensato no entiende esto.
Cuando brotan los impíos como
la hierba,
Y florecen todos los que hacen iniquidad,
Es para ser destruidos eternamente.
Mas tú, Jehová,
para siempre eres Altísimo.
Porque he aquí tus
enemigos, oh Jehová,
Porque he aquí, perecerán tus enemigos;
Serán esparcidos todos los que hacen maldad.
Pero tú aumentarás mis fuerzas
como las del búfalo;
Seré ungido con aceite fresco.
Y mirarán mis ojos sobre mis
enemigos;
Oirán mis oídos de los que se levantaron contra
mí, de los malignos.
El justo florecerá como la
palmera;
Crecerá como cedro en el Líbano.
Plantados en la casa de Jehová,
En los atrios de nuestro Dios florecerán.
Aun en la vejez fructificarán;
Estarán vigorosos y verdes,
Para anunciar que Jehová mi
fortaleza es recto,
Y que en él no hay injusticia.
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