En mis años de contacto con la palabra, he notado que de vez en cuando llega alguien con la gran revelación de que Dios es soberano, y empieza a predicar que porque Dios es Dios, Él puede hacer lo que quiera, cuando quiera y como quiera.
Bueno, eso es cierto... en parte. Muchos en la iglesia han mantenido una noción de la soberanía de Dios según la cual no hay nada que nosotros podamos hacer o decir en cuanto a nada.
Creen que si Dios decide que vamos a ir al infierno, entonces vamos a ir al infierno. Si Dios decide que vamos a ser salvos, entonces vamos a ser salvos. Si Dios decide que vamos a enfermarnos o ser sanados, a ser pobres o ricos, o sea lo que sea que ÉL decida, entonces así es como va a ser.
El problema es que esa manera de pensar ignora por completo palabras bíblicas muy importantes como todo aquel y cualquiera. "Todo aquel que cree que Jesús es el Cristo [el Ungido], es nacido de Dios..." (1 Juan 5:1). "Cualquiera que dijere a este monte... y no dudare en su corazón, sino creyere que será hecho lo que dice, lo que diga le será hecho." (Marcos 11:23). "Todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo" (Romanos 10:13).
El punto es que Dios sí es soberano, pero Dios en su soberanía nos ha dado su Palabra soberana y eso significa que a nosotros nos corresponde desempeñar un papel definitivo. De hecho, nosotros somos quienes emitimos el voto decisivo en todo lo relacionado con nuestra vida. No más carnada
Hoy día hay muchos creyentes que han aceptado a Jesús como su Señor y Salvador pero nunca se han sujetado realmente a su autoridad en todas las áreas de su vida. Eso sí, creen que lo han hecho, pero no es así.
En consecuencia, la mayoría de cristianos en realidad siguen sujetos a las ideas y la manera de hacer las cosas del mundo, no a las de Dios. No están sometidos a la autoridad de Dios, la unción de Dios ni los caminos de Dios.
Permítame mostrarle a qué me refiero. Santiago 4:6-7 nos dice que Dios "resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes. Someteos, pues, a Dios".
Con el correr de los años, la gente "religiosa" ha desarrollado una mentalidad según la cual ser humilde equivale a denigrarse a sí mismo.
"No soy más que un vil gusano indigno de las promesas de Dios".
Bueno, tal vez eso sea cierto en su caso, el mío y el de todos los demás, excepto que toda esa indignidad fue lavada por la sangre de Jesús.
La verdadera humildad basada en la Biblia consiste en que digamos: "Si así lo dice la Palabra de Dios, ¡así es como es y yo estoy de acuerdo!" Eso es lo que significa ser humilde y someterse a Dios.
Si usted fuera atacado en su cuerpo por alguna enfermedad o dolor, humillarse y someterse a Dios sería decir: "La Palabra de Dios dice que por las llagas de Jesús fui sanado. Entonces, yo fui sanado. Esa es la verdad en este asunto. La recibo y me someto a ella como la autoridad absoluta y definitiva".
¿Qué significa esto? Que usted se está humillando bajo la poderosa mano de Dios (cp. 1 Pedro 5:6a).
¿Y para qué? La Biblia dice: "Para que él os exalte cuando fuere tiempo" (v. 6b)
Mire, no es que Dios no quiera que seamos exaltados, lo que Él no quiere es que nos exaltemos a nosotros mismos. El texto bíblico dice que Él es quien nos exalta.
Recuerde que Dios resiste a los soberbios, así que cuando renunciemos al orgullo y a tratar de hacer todo a nuestra manera, y nos humillemos y sometamos a Dios y a sus caminos, no experimentaremos resistencia alguna de parte de Dios y su gracia empezará a fluir libremente.
Cuanto más declaremos la sanidad y cuanto más pronunciemos la verdad, tanto más andaremos en ella.
No hay comentarios:
Publicar un comentario