lunes, diciembre 17, 2007

¿Está Dios en todo?

Viendo los hermanos de José que su padre era muerto, dijeron: Quizá nos aborrecerá José, y nos dará el pago de todo el mal que le hicimos. Y enviaron a decir a José: Tu padre mandó antes de su muerte, diciendo:

Así diréis a José: Te ruego que perdones ahora la maldad de tus hermanos y su pecado, porque mal te trataron; por tanto, ahora te rogamos que perdones la maldad de los siervos del Dios de tu padre. Y José lloró mientras hablaban.

Vinieron también sus hermanos y se postraron delante de él, y dijeron: Henos aquí por siervos tuyos. Y les respondió José: No temáis; ¿acaso estoy yo en lugar de Dios? Vosotros pensasteis mal contra mí, mas Dios lo encaminó a bien, para hacer lo que vemos hoy, para mantener en vida a mucho pueblo.

Ahora, pues, no tengáis miedo; yo os sustentaré a vosotros y a vuestros hijos. Así los consoló, y les habló al corazón.

La historia de José en el Antiguo Testamento es uno de ejemplos más conocidos de la bendición del Señor en la vida de un hombre, a través de las duras experiencias que vivió. En el pasaje de hoy, el esclavo convertido en prisionero y después en líder nacional, está de pie delante de los hermanos que lo vendieron como esclavo. Les dice: "No temáis. ¿Estoy yo acaso en el lugar de Dios? Vosotros pensasteis hacerme mal, pero Dios lo encaminó para bien, para hacer lo que vemos hoy: mantener con vida a un pueblo numeroso" (vv. 19, 20).

El pecado o la falta de una persona muchas veces afectan la vida de otra persona –algo que nos inclinamos a considerar injusto. Pero nuestros caminos no son los caminos de Dios (Is. 55:8, 9). De la Escritura podemos aprender que José deseaba servir al Señor (Gn. 39:9; 40:8; 41:16). Sin embargo, se les permitió a sus hermanos que lo vendieran como un esclavo. Y a la esposa de Potifar no se le impidió que acusara a José de violación, lo que hizo que fuera llevado a la cárcel. La Biblia promete: "El ángel del SEÑOR acampa en derredor de los que le temen, y los libra" (Salmo 34:7). Es decir, las dificultades y las pruebas pudieron tocar a José –o a cualquiera de los creyentes– sólo porque Dios lo permitió con un propósito.

Nadie puede decir con certeza por qué suceden algunas cosas malas. Pero podemos tener consuelo en el hecho de que Dios lo sabe: "Las cosas secretas pertenecen al SEÑOR nuestro Dios, pero las reveladas son para nosotros y para nuestros hijos, para siempre, a fin de que cumplamos todas las palabras de esta ley" (Dt. 29:29). Nuestra parte es aprender del ejemplo de hombres como José, quien confió en el Señor y obedeció todo lo que Él le mandó.

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