Estamos viviendo la vida mecánicamente, sin ni si quiera escucharnos a nosotros mismos, pues en muchas ocasiones podemos vernos sin saber que verdaderamente nos gusta o que queremos realmente, no tenemos una relación con nuestro yo, ahora si esto esta pasando con nosotros mismos ¿como podríamos escuchar a Dios y reconocer de sus planes buenos y perfectos para nuestras vidas?
Hay creyentes a los cuales Dios ha querido poner en altos puestos políticos. Él les habría mostrado como resolver algunos de los problemas de sus naciones, pero Él no ha podido lograr que ellos le presten atención. Entonces Dios los deja donde están, que sigan dando vueltas en un trabajo sin futuro. Hay otros a los cuales Dios hubiera ascendido hasta llegar a ser gerentes de grandes corporaciones, pero ellos estuvieron tan ocupados en sus propias e insignificantes metas que no se molestaron en averiguar cuáles eran las metas de Él.
No desaproveche los planes de prosperidad que Dios tiene para usted. Pase tiempo con Él, préstele atención y aprenda a reconocer su voz. No bastará con unos cuantos versículos bíblicos y con unos cinco minutos de oración para tener acceso a las revelaciones que el Espíritu Santo tiene para usted; es necesario que tome esto muy en serio.
Si usted cree que no tiene tiempo para hacerlo, piénselo otra vez. ¿Cuántas horas al día pasa en frente del televisor? ¿Cuántas horas a la semana pasa leyendo los periódicos? ¿Cuántas horas pasa leyendo novelas y viendo revistas? ¿Cuánto tiempo pasa pensando en sus problemas?
Reemplace esas cosas por la Palabra de Dios; use ese tiempo para meditar en las Escrituras. Ore y diga: «Espíritu Santo, necesito saber qué hacer en relación a esta situación en la que estoy involucrado». Luego, ponga atención, Él comenzará a darle la sabiduría de Dios con respecto a sus finanzas (o cualquier otro aspecto de su vida). ¿De veras lo hará? ¡Sin duda alguna!
Santiago 1:5-6 dice: «Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada. Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra».
No obstante, permítame advertirle una vez más. No se trata de leer unos cuantos versículos cada día y esperar ser prosperado. Sino que estamos hablando de escudriñar la Palabra y meterse en ella hasta que el Espíritu Santo empiece a hablarle y hasta que usted desarrolle una fe inconmovible. Eso no es algo que sucede de la noche a la mañana. Como agricultor espiritual, usted debe sembrar, deshierbar y regar la Palabra en su corazón. Va a tomar tiempo y esfuerzo, pero créame, la cosecha bien valdrá la pena.
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