miércoles, diciembre 12, 2007

Como conectarse y mantenerse.

Para recibir algo de Dios, debemos hacer lo mismo que esta mujer con el flujo de sangre: humillarnos y someternos a Él.

Marcos 5 dice que en el mismo instante en que la mujer con el flujo de sangre tocó el manto de Jesús, ella sintió en su cuerpo que había sido sanada.

"Luego Jesús, conociendo en sí mismo el poder que había salido de él, volviéndose a la multitud, dijo: ¿Quién ha tocado mis vestidos?... Pero él miraba alrededor para ver quién había hecho esto. Entonces la mujer, temiendo y temblando, sabiendo lo que en ella había sido hecho, vino y se postró delante de él, y le dijo toda la verdad" (vv. 30, 32-33).

En todo sentido posible, esta mujer se había sujetado a la autoridad de Jesús. Había oído su Palabra. La había creído. Empezó a declararla una y otra vez con sus labios, y luego actuó de conformidad con ella.

Su fe en las palabras de Jesús la llevó a cambiar sus propias palabras, y ella cambió el curso de su vida para que se ajustara a sus palabras de fe. Por eso la respuesta que Jesús le dio fue: "Hija, tu fe te ha hecho salva... " (v. 34a).

Ciertamente, la unción de Jesús fue lo que la liberó de todas sus ataduras, pero toda la unción en el mundo podría haber estado al alcance de su mano (y así fue) sin servirle de nada, si ella no la hubiera reclamado para bien suyo mediante su fe. La fe de la mujer se conectó con la unción de Jesús e hizo que fluyera a través de su cuerpo y cambiara su situación.

Jesús también le dijo "vé en paz, y queda sana de tu azote" (v. 34b). En otras palabras, le dijo que permaneciera en la sanidad y plenitud que había encontrado.

¿Cómo? Siguiendo sujeta a su Palabra, sujeta a su autoridad y sujeta a su unción.

Entre tanto, había otra persona pendiente de Jesús en ese momento que también quería beneficiarse de su unción. Era alguien que también se había humillado ante Dios y que se sujetó a la autoridad de Jesús. De hecho, era un hombre que también tenía cierto nivel de autoridad. Se trataba de Jairo, uno de los principales de la sinagoga.

Estar sujeto a Dios, solo trae veneficio para nuestras vidas.

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