Mucha gente afirma conocer a Dios, sin embargo, se le está privando de la clase de relación que Jesús realmente desea tener con ellos. Pueden recitar pasajes largos de las Escrituras e incluso algunos han pasado años en el seminario estudiando la Biblia. Se engañan al pensar: Oro y leo la Palabra todos los días, y considero que por ello permanezco en Jesús.
No comprenden lo que en realidad significa permanecer. Aunque leer, meditar y escuchar la Palabra de Dios es importante, estas cosas por sí mismas no lo convierten en una persona que “permanece”. Para serlo en verdad, no solo debe escuchar la Palabra, sino también es necesario guardarla.
Permanecer significa obedecer. Como dijo Jesús:
“El que tiene mis mandamientos y los guarda, ese es el que me ama; y el que me ama será amado por mi Padre, y yo lo amaré y me manifestaré a él. El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada con él. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Este es mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como yo os he amado” (Juan 14:21, 23; 15:10, 12).
La Palabra que verdaderamente vive en nosotros no es la Palabra que conocemos, sino la que hacemos. Santiago 1:22 nos dice que la gente vive engañada porque no son hacedores de la Palabra, sino únicamente oidores. 1 Juan 2:3-6 lo dice así: “En esto sabemos que nosotros lo conocemos, si guardamos sus mandamientos. El que dice: «Yo lo conozco», pero no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso y la verdad no está en él. Pero el que guarda su palabra, en ese verdaderamente el amor de Dios se ha perfeccionado; por esto sabemos que estamos en él. El que dice que permanece en él, debe andar como él anduvo”.
Si permanecemos en Jesús, viviremos como Él lo hizo: ¡en obediencia!
Jesús anduvo en el amor, obedeciendo a Dios en todo. Ni siquiera decía nada, salvo lo que el Padre le indicaba que debía hablar (Juan 12:49). Jesús vivió para cumplir la Palabra y el plan de su Padre y para obedecer (Juan 6:38).
¿Sabe cómo respondió Dios a esta obediencia? Le dio a Jesús su Espíritu sin medida (Juan 3:34). Como resultado de ello, Jesús venció a Satanás y destruyó sus obras a cada paso. En todas partes donde anduvo, Él hizo que los ciegos vieran, los paralíticos caminaran y los sordos oyeran; expulsó demonios y resucitó a los muertos.
No importa cuánto trate el mundo de convencernos de que es más emocionante pecar antes que obedecer a Dios, Jesús ha demostrado que no lo es. Él vivió la vida más apasionante de toda la historia. Obedecer a Dios no lo va a condenar a una vida de aburrimiento. La obediencia lo guiará hacia una vida de victoria y bendiciones tan emocionante como jamás usted ha podido imaginarse.
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