miércoles, noviembre 21, 2007

INICIE CON UNA SEMILLA

Usted quizá diga: “Bueno. La verdad es que no sé cómo podría pasar eso. No veo cómo la plenitud de Dios podría ser una realidad en mi vida”.

Pues, si leemos el pasaje de Efesios 3: 14-21, nos daremos cuenta de que ahí dice exactamente cómo ser llenos de la plenitud de Dios. Debemos estar arraigados y cimentados en su amor. Debemos cultivar tal conocimiento y experiencia del amor de Dios que empezamos a comprender todo su alcance.

Como Dios es amor, cuando conocemos y vivimos su amor plenamente, estamos dando a conocer a Dios en su plenitud.

Sin embargo, ese conocimiento pleno del amor de Dios no nos cae del cielo como por arte de magia, si no que debe crecer en nosotros. Y, al igual que todas las cosas que crecen, debe empezar con una semilla. Esa semilla es el mandamiento de amar que encontramos en Mateo 22: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente… . Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (versículos 37 y 39).

Como creyentes nuevos, cuando leemos ese mandamiento de amar por primera vez, tenemos muy poco conocimiento al respecto. Pero al empezar a meditar en este mandamiento, a confesarlo y a ponerlo en práctica en nuestra vida, empieza a arraigarse en nuestro corazón y en nuestra mente. Y si seguimos adelante, llegaremos a estar tan cimentados en este mandamiento que empezaremos a juzgar nuestra vida por lo que éste dice.

Entonces, por ejemplo, si alguien nos dice algo feo, en lugar de responder de una manera fea, empezamos a buscar el modo de guardar el mandamiento para responder en amor.

Cuanto más nos sometemos al amor, más crece y se fortalece la revelación del amor de Dios en nosotros. Nuestro conocimiento de ese amor aumenta y, como resultado, nuestras vidas serán más y más llenas de la plenitud de Dios.

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