Lo admitan o no, a una gran cantidad de creyentes se les hace difícil creer —creer de verdad— que puedan prosperar económicamente. Usted les podrá mostrar lo que la palabra de Dios dice, los podrá saturar con las escrituras que demuestran que la voluntad de Dios para ellos es la prosperidad, y ellos van a estar de acuerdo con cada palabra.
Pero se irán a sus casas y seguirán viviendo en pobreza. Cuando ven esa montaña de cuentas por pagar, la economía que se derrumba y sus trabajos sin futuro, simplemente no pueden ver cómo Dios podría hacerlos prosperar. «Después de todo, ¿qué va a hacer Él? —se preguntan ellos— ¿Va ordenar que bajen billetes de los árboles?
¿Cómo Dios prospera a su pueblo? Es una buena pregunta que merece una respuesta, y usted la puede encontrar en 3 Juan 2. El anciano apóstol Juan escribe por inspiración del Espíritu Santo: «Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma».
Quiero que note algo. Esa Escritura no dice, «yo oro para que tú seas prosperado conforme prospera la economía o conforme tu jefe decida ascenderte de puesto»; sino que dice «oro para que seas prosperado, así como prospera tu alma». Es ahí donde la mayoría de los creyentes se equivocan en cuanto a la prosperidad económica. Se concentran en las situaciones externas, pensando que es ahí donde están sus esperanzas. Pero Dios no trabaja de afuera hacia dentro, sino de adentro hacia afuera.
Él lo bendecirá a usted materialmente conforme su alma prospere en su Palabra. Luego, cuando las semillas de la prosperidad hayan sido sembradas en su mente, en su voluntad y en su corazón, y cuando usted deje que esas semillas broten, entonces producirán una gran cosecha material no importa cuán malas estén las condiciones alrededor de usted.
Santiago 1:5-6 dice: «Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada. Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra».
No obstante, permítame advertirle una vez más. No se trata de leer unos cuantos versículos cada día y esperar ser prosperado. Sino que estamos hablando de escudriñar la Palabra y meterse en ella hasta que el Espíritu Santo empiece a hablarle y hasta que usted desarrolle una fe inconmovible. Eso no es algo que sucede de la noche a la mañana. Como agricultor espiritual, usted debe sembrar, deshierbar y regar la Palabra en su corazón. Va a tomar tiempo y esfuerzo, pero créame, la cosecha bien valdrá la pena.
No hay comentarios:
Publicar un comentario