Todo hijo necesita un padre que ore por él delante del Señor. Al asistir a sus actividades especiales, involucrarse con sus intereses y expresarle afecto, les demostramos a nuestros hijos que les amamos. Sin embargo, nada demuestra nuestro amor de una manera tan efectiva como la oración.
Orar por y con nuestros hijos es parte de la responsabilidad de un padre. Nadie le hablará al Señor acerca de ellos con el mismo fervor que los padres. Por eso es importante dedicar tiempo para concentrarnos en necesidades específicas. Una oración apresurada como: “Por favor, bendice a mis hijos y protégelos” será honrada por Dios, pero no saciará la necesidad de intercesión que tienen nuestros hijos. Si un padre ora con su hija pidiéndole al Señor que traiga a la mente de ella el material que ha estudiado, ella podrá presentar el examen final confiada en la provisión de Dios y en el amor de su padre.
Los adultos muchas veces no dan importancia a los problemas de los hijos, como los exámenes, las peleas con sus hermanos y los amores de adolescentes, considerándolos insignificantes en comparación con los problemas del “mundo verdadero”. Situaciones que a nuestros hijos les parecen inmensas, pueden ser para nosotros muy pequeñas. Pero un día, ellos tendrán problemas grandes, de adultos, los cuales tendrán que enfrentar, posiblemente mayores que los nuestros. El mejor bálsamo para sus adoloridos corazones seguirá siendo un padre que incline su cabeza en favor de ellos. Y, lo más importante, les habremos enseñado a ser hombres y mujeres de oración.
Ante la cercanía del Día del Padre, dé a sus hijos un gran regalo: pregúnteles por qué cosas quieren que usted ore por ellos.
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