El amor de Dios nos da el poder de reaccionar con calma ante las dificultades, demostrar paciencia en los tiempos de espera y hacer sacrificios sin quejarnos. Mostramos el amor de Dios cuando:
Perdonamos a los demás. El hijo derrochó su dinero viviendo perdidamente, y vio las promesas vacías y la índole destructiva del pecado. Cuando el joven regresó, su padre lo perdonó totalmente. El amor hizo posible borrar el pasado (Sal. 103:12).
Actuamos con generosidad. El hijo, recién salido de alimentar cerdos, llegó a la propiedad de su padre con pocas expectativas. Pero el padre perdonador lo recibió cálidamente y lo vistió con las mejores ropas. El amor no lleva cuenta de los agravios. Eso le permitió al padre mostrar generosidad.
Servimos alegremente. ¡Qué fiesta tan grande hizo el padre por el regreso del hijo pródigo! Su alegría por el regreso a casa del hijo perdido se derramó a los demás. El amor se manifiesta en el servicio gozoso.
Restauramos a los que caen. El que abandonó a su padre y dilapidó su herencia recibió otra vez todos sus derechos de hijo. Sólo el amor de Dios puede hacer esto.
Cuando cometemos un error, nuestro Padre celestial espera con paciencia que nos volvamos a Él. El Señor acepta nuestro arrepentimiento, se regocija por nuestro retorno y restaura nuestra intimidad con Él. El hermano mayor no entendió esto y olvidó las veces que su padre le había demostrado amor y perdón.
Dios nos llama a un estilo de vida de amor ágape (Jun. 13:35). ¿A qué persona pudiera usted mostrar este amor divino que perdona, restaura y sirve con alegría y generosidad?
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