Me gusta la frase en ese pasaje que dice: “Abres Tu mano y colmas de bendición a todo ser viviente”,(versículo 16). Dios es tan bueno, que siempre tiene una mano abierta para nosotros. Él nunca tiene el puño cerrado. Podremos haber vagado muy alejados de Dios, pero si clamamos a Él en verdad, descubriremos que
Él está cerca. Nos daremos cuenta que Él está ahí para darnos lo que necesitemos.
Uno de los ejemplos más bellos que jamás haya visto sobre esta verdad, ocurrió
en la vida de una jovencita la cual nos cuenta que hace varios años asistía a clase,
“Escuela de Sanidad”. Un accidente automovilístico la había dejado paralizada de un lado del cuerpo, y ella quería acudir a Dios pidiéndole ayuda.
El problema era que ella había estado viviendo en desobediencia a Dios, pues momentos antes de que iniciara la “Escuela de Sanidad”, ¡se había robado unos casetes de una de nuestras mesas! Desde luego, ella se estaba sintiendo terriblemente mal.
Su corazón la condenaba, y ella no podía creer que Dios quisiera hacer algo por
alguien tan despreciable como ella. Pero durante la Escuela de Sanidad,
leyeron Santiago 5:15: “Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor
lo levantará; y si hubiere cometido pecados, le serán perdonados”.
Gracias a Dios, que esa preciosa joven simplemente le creyó a Dios por la veracidad de Su Palabra. Ella recibió Su perdón y Dios la sanó ahí mismo. Caminó hacia el frente de la clase, ¡y dio su testimonio confesando que había robado, que se había
arrepentido, y que ahora Dios la había sanado!
Si has sido desobediente con Dios, puedes hacer esto mismo ahora. Puedes arrepentirte y decir: “Señor: sé que he pecado. He hecho cosas que sabía que Tú no
querías que hiciera. Me he alejado de Ti en vez de ir hacia Ti. ¡Pero hoy me arrepiento y decido cambiar! Yo Te pido, en el Nombre de Jesús, que me perdones y me
limpies de toda injusticia. Por fe, recibo esa limpieza mediante la sangre de Jesús y una vida recta delante Ti. Así que Dios, dispongo mi corazón para obedecerte
por el resto de mi vida. Con Tu ayuda haré lo que Tú quieras que haga”.
Antes de un momento así, podrías sentir temor de hacer un compromiso con Dios. Tal vez te asustaba la idea de hacer cualquier cosa que Dios te pidiera. Pero ahora puedes hacer esa promesa confiadamente, sabiendo que cualquier cosa que Dios
te pida hacer, siempre será por tu bien.
Puedo asegurarte, no solo por la Biblia, sino por experiencia (propia y ajena), que nunca lamentarás haberte decidido obedecer al Señor. Nunca he conocido a alguien en mi vida que confíe y obedezca Sus mandamientos diligentemente, y luego tenga que
reprocharse por ello. Por el contrario, todo hijo de Dios que ha conocido y confiado en Su bondad, ha estado infinitamente agradecido y satisfecho de haberlo hecho.
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