El diagnóstico era desolador: «cáncer en un ovario». La señora, Érica Williams, de Toronto, Canadá, había perdido un ovario en una operación similar tres años antes. Ahora tenía cuatro meses de embarazo, y el ovario restante estaba canceroso. Sin rodeos, la médica, Linda Morgan, le dio a conocer a la pareja la alternativa: «Podemos operar el cáncer y perder al bebé, o dejar que el embarazo siga su curso normal y poner en peligro la vida de la madre.»
Érica y Robert se pusieron muy pensativos. Se les veía en el rostro la angustia del dilema. Pero se miraron el uno al otro y, dirigiéndose a la médica, le preguntaron:
—¿Cree usted en Cristo?
—Sí, creo —afirmó la doctora.
—Entonces —determinó la pareja— confiemos juntos en Dios y sigamos con el embarazo.
El fin de la historia es emocionante. Madre y bebé corrieron juntos la carrera hasta su feliz término. El bebé nació sano y normal, y el cáncer desapareció.
He aquí otra de esas historias que apenas merecen un rinconcito en la gran prensa, pero que para cuatro personas —Érica, Robert, la doctora Morgan y ese bello y saludable bebé— no fue un simple evento más.
La vida trae por momentos estas disyuntivas quemantes. En este caso tenía que ver con dejar que muriera el bebé a fin de salvar la vida de la madre, o poner en peligro la vida de la madre a fin de dejar que el embarazo continuara. Pero hay otras bifurcaciones en la vida que, así mismo, requieren una decisión traumática y nos hacen reconocer nuestra debilidad y nuestra necesidad de Dios.
¿Qué hacer, por ejemplo, cuando tenemos que decidir entre cometer un desfalco en la empresa donde trabajamos, o perder por completo todos nuestros bienes? ¿O qué hacer cuando después de veinte años de casados, y con familia a nuestro cargo, las bajas pasiones nos dominan y nos enamoramos locamente de quien no es nuestro cónyuge?
Éstas no son condiciones de vida o muerte, cuando menos inmediata, y sin embargo sus consecuencias son devastadoras. Es en tales situaciones que la pregunta de la pareja Williams viene al caso: «¿Cree usted en Cristo?» Porque es para éstas y otras decisiones parecidas que creer en Dios y estar sometido a su divina voluntad traerá victoria. ¿Para qué confrontar las disyuntivas de la vida sin la ayuda de Dios, cuando Él nos está tendiendo la mano para ayudarnos?
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