Muchas veces sucede que pensamos algo, le damos vueltas en nuestra cabeza pero al final no lo hacemos. Durante un viaje, vi la oportunidad para hacer un negocio y regresé con la idea de implementarlo, investigué, planifiqué y pensé mucho en ello pero nunca actué. Lo fui dejando de lado hasta que un día me recordé de la idea cuando vi que alguien ya la había puesto en práctica. No basta pensar, también hay que hacer. Tal vez ya viste a la jovencita que te gusta para tener una relación formal y casarte, pero si no actúas, puede ser que otro se te adelante, te coma el mandado y te deje sólo con el pensamiento.
Hacer las cosas y poner en práctica las promesas que Dios nos ha dado requiere fe. Todos tenemos prometida salud, prosperidad y bendición pero debemos trabajar por alcanzarlas. Si ya renovaste tu pensamiento, si estás convencido de que verás milagros sobrenaturales, entonces ¡hay que hacerlo! Dejamos de obtener porque no actuamos y la culpa es nuestra, no del Señor que ya te dio lo que le pides. Buscamos cualquier escusa y culpables. Decimos que el diablo o el dinero nos limitan, pero es mentira. Nada debe detenerte. La posición del diablo ante los hijos de Dios es debajo del zapato, él no puede impedir lo que el Señor ha mandado. Los recursos y el dinero tampoco son escusa para dejar de hacer.
Las cosas materiales no son quienes te dan permiso o te impiden actuar. Haz lo que piensas y sabes que Dios te ordena. Su Palabra es para ejecutarla, no para guardarla o esconderla. Las empresas exitosas son aquellas que tienen buenas ideas, las producen y ejecutan. Un gran invento no funciona si se queda en la cabeza del inventor. Las promesas no sirven si no las creemos para verlas realizadas.
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