viernes, febrero 12, 2010

Entre el éxito y el fracaso

Buscamos incansablemente el éxito en la vida. Soñamos alcanzarlo desde nuestra niñez y luchamos por él al ser adultos. Planeamos el éxito para cada una de las áreas de nuestra vida. Es una constante y ardua lucha por avanzar, incluso sin ver quien queda en el camino. En este trayecto, a veces, perdemos la capacidad de libre elección. Únicamente pensamos la manera de llegar a la cima.

Soñamos con ganar mucho dinero, poseer bienes materiales y riquezas. Otros planean ser prestigiosos y obtener el reconocimiento de los demás. Tal vez tu sueño haya sido el tener una familia feliz. Pero a veces nos sentimos fracasados y frustrados al no poder lograr el éxito. Entonces la vida nos parece carente de sentido y creemos estar emocionalmente muertos. Hasta llegamos a pensar que Dios mismo nos rechaza. Esa batalla entre la elección del bien y del mal es constante en nuestras vidas.

La Biblia nos revela que existen tres tipos de leyes: leyes humanas, leyes naturales, y leyes espirituales. Dios mismo expresa lo que siente por ti en 3º Juan 2 de esta manera: “Querido hermano, oro para que te vaya bien en todos tus asuntos (refiriéndose a las leyes humanas) y goces de buena salud (refiriéndose a las leyes naturales), así como prospera tu alma (refiriéndose a las leyes espirituales).

El hombre ha creado cientos de reglas y métodos que rigen nuestra vida a cada instante, ellas forman nuestras leyes humanas, como por ejemplo, las normas de tránsito, las leyes judiciales, comerciales y muchas otras. Conducimos por la ciudad guardando las reglas de tránsito, ganamos dinero en los comercios, pagamos nuestros impuestos, elegimos nuestros gobernantes, etc. Todo esto sujetos a las leyes vigentes. La misma naturaleza tiene sus propias leyes y estas deben ser respetadas.

La ley de gravedad se cumple naturalmente nos guste o no. El tiempo es parte de la naturaleza. Se suceden el día y la noche, las estaciones del año, etc. La naturaleza tiene sus leyes. Dios también tiene leyes y ellas están reveladas en la Biblia, que es la Palabra de Dios para toda la humanidad. Pero desde la creación del mundo, el hombre se ha propuesto transgredirlas constantemente.

La manera de infringir la ley de Dios es el pecado. Al pecar, quebrantamos las leyes divinas. Pensamos que estas leyes perjudican nuestras vidas, cuando en realidad nos ayudan. Ellas fueron creadas por Dios para bendecirnos. Al desobedecer las leyes de Dios, en lugar de éstas ser bendición para nuestra vida, se transforman en un problema. La licencia de pecar a voluntad no es libertad, sino un camino hacia la esclavitud. Los humanos no entendemos que el pecado es la barrera que separa al hombre de la bendición de Dios.

La Biblia explica claramente que es necesario quitar esa barrera para que la bendición de Dios sea real en nuestras vidas, nuestro hogar y sobre nuestra nación. Así lo declara Dios: “Toda trasgresión y desobediencia recibió su justo castigo” (Hebreos 2:2)

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