Todos hemos hecho surcos en el piso preocupándonos sobre un problema
aparentemente insuperable. Hemos dado vueltas toda la noche de un lado a otro de la
cama preguntándonos qué vamos a hacer. Hemos dado vueltas y vueltas hasta quedar
exhaustos tratando de encontrar una solución. | Si pones atención a lo que estoy a punto de decirte, nunca tendrás que hacer todo esto de nuevo. | La próxima vez que surjan problemas y la angustia amenace con abrumarte, tú puedes hacer algo diferente.
Puedes hacer algo conforme a las Escrituras. Algo que verdaderamente te hará bien:
¿Cómo es posible esto?
Primero, antes que nada, es posible porque la Palabra de Dios nos cubre, y esa Palabra es “…viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón. Y no hay cosa creada que no sea manifiesta en Su presencia; antes bien todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de Aquel a Quien tenemos que dar cuenta”, (Hebreos 4:12-13).
Nos podemos sentar confiadamente porque sin importar qué tipo de situación estemos enfrentando, ni cuán terrible, peligrosa o confusa parezca ser, la Palabra de Dios la expone; puede ver a través de ella, y revelará la respuesta para derrotarla. La Palabra viva de Dios penetrará en las dificultades más oscuras y derramará Su luz sobre las situaciones más imposibles Nos podemos sentar junto a Jesús y relajarnos con el libro de Su sabiduría en nuestro regazo, sabiendo que para Dios todo está al descubierto y es claro para Él. No importa si hay ataques por todos lados.
No importa si todo mundo a tu alrededor está hablando pesimistamente, ni si la economía está de cabeza.
Nosotros nos podemos sentar confiados y dar un grito de júbilo: ¡Aleluya! La Palabra de Dios me tiene cubierto. ¡Todo va a estar bien! Podrías preguntarte: “¿Qué pasa si mi situación requiere que tome acción?, ¿cómo puedo sentarme y descansar en fe cuando no sé qué hacer?”.
Sólo sigue las instrucciones en Santiago 1:2-6, en vez de estar agonizando con la situación. “Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia. Mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna. Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada. Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra”.
En otras palabras: siéntate confiado y cree que la sabiduría de Dios está por llegar. No te desgastes más, atormentando tu mente a cada instante, tratando de encontrar la respuesta en cada rincón, y pensando:
¿Qué debo hacer? ¿Qué debería hacer? ¡Ay! ¡Sencillamente no lo sé! No sabes qué hacer, así que deja de hablar contigo mismo, y en lugar de eso comienza a hablar con Dios. Di: “Señor, ¿qué quieres que haga en relación con este problema?” Esa es la clase de pregunta que Dios siempre responderá si lo hacemos con fe. Él nos mostrará qué hacer en cada prueba y dificultad— incluso aquello que nos hemos buscado por nuestra propia necedad.
El enemigo, desde luego, tratará de convencerte de lo contrario, diciéndote: Pues tú te metiste solo en ese lío y ahora tendrás que arreglarlo antes de que Dios quiera tratar algo contigo. Pero antes de que intente hacerte caer en la trampa con toda esa basura, ¡Sólo muéstrale la salida y ordénale que se vaya!
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