Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo.
– Juan 14:13
"En el nombre de Jesús": esta frase es más que unas cuantas palabras que decimos para cerrar nuestras oraciones. Todo lo que Dios es y hace está encerrado en el nombre de Jesús. La Biblia dice que cuando pedimos en el nombre de Jesucristo, estamos presentando nuestras peticiones al Padre basados en todo lo que Jesús es. Por esa razón podemos confiar en que nuestras peticiones nos serán concedidas, no porque seamos dignos sino porque Jesús es digno.
Es más, el nombre de Jesús es superior a cualquier otro nombre. En Filipenses 2:9-10, el apóstol Pablo dice: "Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra".
A pesar de todo lo que la Palabra de Dios dice acerca del poder del nombre de Jesús, la mayoría de los creyentes no parecen confiar mucho en ese nombre. Oran en el nombre de Jesús, pero luego dicen: "Quiera Dios contestar esa oración". No se dan cuenta de que sería suficiente con creer que el nombre de Jesús conlleva toda la influencia necesaria para garantizar que sus oraciones serán contestadas. Hasta permiten que el lenguaje religioso les prive del poder de usar ese nombre. Yo he oído a muchos creyentes, bien intencionados, terminar su oración con las palabras "por el amor de Jesús". Pero Jesús no dijo que oráramos por su amor; Él dijo que oráramos en su nombre.
Cuenta una persona -Yo mismo solía cometer ese error- dijo -Una noche estaba orando porque tenía dolor de estómago. "Oh, por el amor de Jesús ?dije-, sana mi estómago". Después de decir eso unas cuantas veces, el Señor habló a mi corazón, diciendo: "Espera un momento. ¿A quién le duele el estómago aquí, a ti o a mí?"
- A mí, le respondí.
- En ese caso -dijo Él- ora por tu estómago, ¡en mi Nombre!
El nombre de Jesús: escudriñe la Palabra para que en realidad conozca el poder y la autoridad que tiene ese Nombre, y menciónelo siempre que ore. Deje de tener la vaga esperanza de que quizá Dios le conteste y empiece a creer con toda confianza en que Él hará que toda situación de su vida le dé honor a ese Nombre glorioso.
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