No sin razón se nos dice en Efesios 4:26-27: “Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo, ni deis lugar al diablo”.
Dar lugar al diablo en nuestra vida por medio de la ofensa y la discordia, es como abrirle la puerta para que entre a robarnos la Palabra; y la Palabra es la que nos sana, nos protege, nos libra de la maldición y nos traslada a una vida de bendición. Y lo más importante: la Palabra es la que nos arraiga y nos cimenta en el amor de Dios.
Si de veras entendiéramos el mal que causa la discordia, la evitaríamos como a una serpiente venenosa; no tendríamos nada que ver con ella. Pero la mayoría de los creyentes nunca ha considerado seriamente lo que la Biblia dice acerca de la discordia, nunca ha dado importancia a versículos como:
Proverbios 10:12: “El odio despierta rencillas, pero el amor cubre todas las faltas”.
Proverbios 15:18: “El que es iracundo provoca contiendas; el que es paciente las apacigua”.
Proverbios 16:27-28: “El hombre perverso cava en busca del mal; en sus labios hay como una llama de fuego. El hombre perverso promueve contienda, y el chismoso separa a los mejores amigos”.
Proverbios 17:14: El que inicia la discordia es como quien suelta las aguas, ¡abandona, pues, la contienda, antes que se complique!
La palabra que se traduce “contienda” o “discordia” implica falta de armonía, desacuerdo, lucha por la superioridad o por un puesto. La discordia, la contienda, surge cuando uno teme que alguien se va a aprovechar de uno. La discordia dice: tengo que pelear por lo que es mío.
Asi que si el enemigo le envia una persona que parece muy piadosa a hablarle mal de su jefe, cortelo hay mismo, rehuce emitir opiniones, que solo alimentaran la contienda o chime que el enemigo desea levantar en u vida.
Se sabio
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