«Son dos mil dólares», dijo Ana Roberts, y Alegría Rodrigo se los entregó con gusto. Ana Roberts, de ochenta y dos años de edad, y Alegría Rodrigo, de setenta y dos, estaban haciendo un negocio. A cambio de esos dos mil dólares, Ana Roberts le conseguiría los papeles de inmigración al hijo de Alegría.
Poco después, Ana Roberts le dijo otra vez a Alegría: «Si me da otros seis mil dólares, yo le consigo cupo a su hijo en la escuela politécnica.»
Pero Ana Roberts ni consiguió los papeles de inmigración ni cupo para entrar en la escuela. Alegría denunció a Roberts a la policía, y a la anciana la encarcelaron por fraude.
Sin embargo, no era la primera vez que la abuela de ochenta y dos años de edad hacía sus fechorías. Había sido acusada de intento de estafa varias veces.
«¡Esta mujer no aprende nunca!», manifestó el jefe de policía. A los ochenta y dos años sigue cometiendo estafas como a los treinta.
Es evidente que los muchos años, por sí solos, no traen sabiduría. He aquí una mujer que toda su vida trató de quedarse con el dinero de otros. Tenía una facilidad asombrosa para engañar, mentir y defraudar. En cincuenta años de vida adulta engañó, o procuró hacerlo, a cientos de personas. Al mismo tiempo, pasó por ser una buena madre y una dulce abuelita. Hasta formó parte de comisiones de ayuda social en la parroquia donde vivía.
Es realmente triste llegar a viejo sin haber aprendido a vivir. Se supone que los años sirven para adquirir sabiduría, pero no siempre es así. Lo cierto es que la verdadera sabiduría, la que le da a uno discreción, cordura, sensatez y virtud, no la obtenemos sólo por los años vividos.
¿Qué singular elemento se ve en la persona que es verdaderamente sabia? Es la capacidad de estudiar todas las proposiciones de la vida a la luz de sus consecuencias. Un niñito no tiene esa capacidad, y el adulto que no la tiene o no la usa es todavía un niño. La sabiduría consiste en examinar las opciones de la vida y anticipar cuales serán sus consecuencias.
¿Cómo se puede tener esa capacidad de saber de antemano cuál será la consecuencia que tal o cual actividad producirá? Hay una sola manera segura. Conociendo las leyes del Creador. ¿Y cómo se puede conocer sus leyes? Teniendo al Legislador en nuestro corazón. Invitemos a Cristo a que sea el Rey y Dueño de nuestra vida. De hacerlo así, seremos verdaderamente sabios.
d´un mensaje a la conciencia
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