8 Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. 9 Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos.
Isaías 55:8-9
Antes de empujar a las personas a un nuevo nivel de lo que son capaces de lograr, los entrenadores deportivos a veces les piden que cierren los ojos. Ellos saben que las personas pueden limitarse por lo que ven. Cuando la vista no es un obstáculo, los deportistas pueden llegar más allá de lo que originalmente pensaban que les era posible.
Asimismo, todo nosotros creamos limitaciones en nuestras vidas, basadas en experiencias personales y en nuestro conocimiento finito de las cosas. Por ejemplo, podemos rechazar la idea de dar a los demás porque nuestras finanzas parecen ser escasas. O podemos dejar que el temor nos impida vivir a plenitud para el Señor: el temor al futuro, a las heridas o al rechazo. Pero Dios no está restringido por nuestras limitaciones, y Él quiere que lleguemos a ser todo lo que Él ha dispuesto para nosotros.
Primero, identifiqué lo que usted ve como limitaciones. ¿Qué le está impidiendo compartir el Evangelio, o vivir una vida de santidad? Quizás algunos aspectos de su vida, como la edad, las condiciones de salud o la falta de educación, se han convertido en limitaciones.
Segundo, libérese de esas limitaciones confesándolas a Dios. Después, entregue cada aspecto de su vida a la voluntad del Señor. Lejos de verse restringido por nuestra condición humana, el poder de Dios se “perfecciona en la debilidad”; en los creyentes mora el Espíritu Santo, quien les capacita con el mismo poder que levantó a Cristo de los muertos (2 Co. 12:9; Ro. 8:11).
Romanos 8:25 nos ofrece el último paso: esperar con interés lo que el Señor hará. La fe es la creencia en lo que no podemos ver.
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