lunes, septiembre 17, 2007

Sea valiente

Solamente esfuérzate y sé muy valiente, para cuidar de hacer conforme a toda la ley que mi siervo Moisés te mandó; no te apartes de ella ni a diestra ni a siniestra, para que seas prosperado en todas las cosas que emprendas.

–(Josué 1:7)


La vida de fe exige ser valiente. La mayoría de los creyentes no se dan cuenta de ello, pero esa es la verdad. Se necesita ser valiente para levantarse contra la enfermedad y declararse sano por la herida de Jesucristo. Se necesita ser valiente para esperar la prosperidad cuando uno echa la última moneda en la ofrenda y la pobreza está tocando a la puerta.

Habrá días en que preferirá aislarse de todo y esconderse antes que dar otro paso de fe contra el diablo. Pero usted no puede darse ese lujo, porque la batalla de la fe no se pelea una vez y luego se olvida. Si quiere continuar viviendo en victoria tendrá que seguir peleando la batalla de la fe una y otra vez.

No hay otra manera de hacerlo. Claro, algunos creyentes siempre tratan de encontrar otra manera. Por ejemplo, los israelitas. Ellos pensaron que cuando cruzaran el mar Rojo ya no tendrían más batallas. Por eso, cuando oyeron el informe acerca de los gigantes que vivían en la tierra prometida, decidieron que no podrían emprender la batalla; su valor se esfumó. Entonces tuvieron que tomar un desvío de 40 años por el desierto.

Pero ¿sabe qué? Los israelitas no pudieron evitar la batalla. Cuando llegó el tiempo para que la generación siguiente entrara en la tierra prometida, los gigantes aún estaban allí. Sin embargo, esa vez los israelitas se armaron de valor para enfrentarlos. ¿De dónde les vino ese valor? De la Palabra de Dios.

Josué, su líder, había seguido las instrucciones del Señor y había guardado esa Palabra en su mente y en su corazón, de día y de noche. Josué había meditado en ella y nunca se había olvidado de que Dios estaba de su parte.

Si usted va a pelear la buena batalla de la fe hasta el final, tendrá que hacer exactamente lo que hizo Josué. Tendrá que sacar continuamente valor de la Palabra de Dios. Así que decí¬dase a hacerlo. Empápese de la Palabra y deje que ella le transforme de cobarde a vencedor. Luego, marche a la batalla y mate a los gigantes en su tierra.

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