No mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas.
–(2 Corintios 4:18)
No centre su atención en lo que puede ver en la esfera del mundo físico y natural. Todo lo que usted ve es temporal y sujeto a cambio. Por lo tanto, ponga su fe en el reino invisible y eter¬no. Las cosas que son eternas no están sujetas a cambio.
La Palabra de Dios es eterna. En ella hay 7000 promesas que tratan con cualquier situación que usted pueda enfrentar en la vida. Esas promesas nunca cambiarán no importa lo que suceda en este mundo en constante cambio.
No importa lo mal que su cuerpo se sienta, la Palabra siempre dirá: "por cuya herida fuisteis sanados" (1 Pedro 2:24). No importa lo mal que esté económicamente, la Palabra siempre dirá: "Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús" (Filipenses 4:19).
Usted no tiene que resignarse a la existencia precaria que el mundo le ofrece. Eche mano de lo que la Palabra dice que usted puede tener. Centre su atención en las verdades eternas de Dios, no en las cosas que se ven, porque, después de todo, esas cosas están sujetas a cambio.
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