-Si alguien quiere ser mi discípulo -les dijo-, que se niegue
a sí mismo, lleve su cruz y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa
y por el evangelio, la salvará (Marcos 8:34,35).
Cuando Jesús dijo esas palabras, no nos estaba dando sólo una prescripción para llegar al cielo, nos estaba diciendo cómo vivir una vida superior aquí mismo sobre la tierra.
Aquí mismo hay una vida superior que podemos vivir. Pero para entrar en ella, tenemos que dejar el modo de vida a la que la mayoría de nosotros estamos acostumbrados. Puede que tengamos que soltar las cosas a las cuales hemos tra
tado de aferramos tan fuertemente. En cambio, tenemos que fijar nuestro corazón en hacer lo que Dios quiere que hagamos.
Eso fue lo que Jesús hizo. El no vivió Su vida para sí mismo. La vivió completamente para Dios. El hizo sólo lo que el Padre le dijo que hiciera, y vivió en victoria total.
Es tiempo de damos cuenta de que el nacer de nuevo no es algo que simplemente hacemos para escapar del infierno. Nuestro propósito es agradar a Dios.
Rendir nuestra vida a fin de cumplir Sus deseos. Ser Sus posesiones especiales en la tierra y hacer lo que El nos diga que hagamos. Nuestra mayor prioridad es damos a El y vivir en comunión con El.
Pasar suficiente tiempo con El para que podamos escuchar Su voz y responder en obediencia. Sólo cuando hagamos eso, estare mos satisfechos. Sólo cuando hagamos eso podremos vivir la vida superior que hemos estado anhelando.
LECTURA BIBLICA: Hechos 20:7-24
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