Si el único provecho que usted quiere sacar de su salvación es el de ir al Cielo, no necesita leer este artículo, porque este artículo es para gente que quiere más que eso. Es para gente que no está satisfecha con el hecho de haber nacido de nuevo y de seguir sufriendo enfermedad y derrota aquí en el mundo; es para creyentes que no se dan por contentos con que Satanás maneje sus vidas,destruya sus familia y les robe el dinero.
Ciertamente, si usted lee la Biblia, se dará cuenta de que desde el comienzo del mundo Dios siempre ha buscado personas a las que por su fe y obediencia Él pueda bendecir aquí en la Tierra. Él busca personas que le permitan demostrar su poder a favor de ellas; personas que por la abundancia sobrenatural de sus vidas sean anuncios ambulantes de la misericordia y el poder de Dios.
Por ejemplo, observemos a los israelitas en el Antiguo Testamento. Esa era la clase de gente que Él quería que fueran; así que, les preparó una tierra maravillosa para
que vivieran en ella, una tierra que, según las Escrituras, fluía leche y miel (Éxodo 3:8).
Esta es una tierra de descanso, un lugar de abundancia donde ningún enemigo prevalecera en tu contra y donde ninguna enfermedad o dolencia afectara tu salud (Éxodo 23:25, 27). De hecho, después de que Dios los sacó de la esclavitud en Egipto, Él quería que ellos entraran inmediatamente a esa tierra. Es un viaje corto, y Dios esta dispuesto a llevarte; pero muchos temen entrar en ella. En lugar de eso, desean pasar años vagando por el desierto sin llegar a ninguna parte.
Ya me imagino lo que usted estará pensando: «Bueno, ese no es mi caso. Yo confío en Dios». Pero eso no quiere decir que usted no pueda caer en lo mismo. Israel también confiaba en Dios. Con sus propios ojos lo vieron realizar señales y maravillas.
Pero aunque confiaban en Dios, en muchas ocasiones no creyeron lo que les decía. Por ejemplo, cuando Él les habló acerca de la tierra prometida, les dijo que no debían confiar en sus propias fuerzas. «Yo enviaré mi terror –dijo Él– delante de ti, y consternaré a todo pueblo donde entres, y te daré la cerviz de todos tus enemigos… pondré en tus manos a los moradores de la tierra, y tú los echarás de delante de ti» (Éxodo 23:27,31).
¿Qué tal si durante esos días de preparación Moisés hubiera pensado: No sé nada de esto; ya he fracasado bastante; no creo poder aprender jamás a oír la voz de Dios? ¿Qué tal que hubiera dejado que su pasado, sus opiniones y su poca autoestima le hubieran impedido realizar lo que hizo?
Gracias a Dios que Moisés no lo permitió. Pero usted tampoco debe permitirlo. No importa si cree que ha fracaso o tenido éxito, o lo que usted piense que ha hecho con Dios en el pasado. Recuerde que no importa quién sea usted; lo que importa es quién está con usted. Así que no mire atrás. Hoy es un día nuevo. Decida que levantará la cabeza con fe; y deje de lado ese miedo y esa incredulidad que le ha impedido confiar en la Palabra de Dios. Tome la decisión de levantarse y seguir adelante. No lo piense más. Su tierra prometida está más cerca de lo que se imagina.
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