¿Sabe cuál es el problema que muchos de nosotros tenemos? No es el querer más, sino querer más de lo que los demás tienen. Estamos contentos con la casa que tenemos, hasta que vemos la casa de otro. Estamos contentos con el vehículo que poseemos, hasta que damos una vuelta en el carro nuevo de un amigo. Estamos felices con nuestro trabajo, hasta que escuchamos del trabajo de otros. ¡Necesitamos celebrar la gracia y bondad de Dios en los otros!
Éxodo 20:17 dice: “No codiciarás la casa de tu prójimo, no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su criada, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna de tu prójimo.” La palabra “codiciar” quiere decir “desear envidiosamente tener lo que pertenece a otro”. El descontento que surge cuando se comienza con el juego de comparación, típicamente está enraizado en el pecado de codicia... y orgullo.
¿Está teniendo dificultades en regocijarse cuando otros han podido tener niños y usted no? ¿O cuando otros se casan y usted permanece soltero o soltera? ¿O cuando vive en un departamento y otros pueden comprar casa? ¡Oh, si usted supiera el amor que Dios le tiene! La verdad de que “en Cristo somos más que vencedores” es tan cierta para usted como lo es para cualquier otra persona (Romanos 8:28-39).
Gracias a Dios que les ha bendecido, si lo ha hecho. Necesitamos amar a los demás sinceramente y regocijarnos con lo que Dios nos ha provisto en Cristo, sin sumergirnos en el juego de las comparaciones. Efesios 1:3 dice: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo.”
La bendición de otros no es su pérdida.
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