Las tormentas de la vida pueden hacernos sentir inseguros de nuestra dirección. Los discípulos sabían que estaban en el mar de Galilea, dirigiéndose a Genesaret, pero en medio del fuerte viento no podían determinar su dirección ni a qué distancia estaba la costa. Las luces que los orientaban en el cielo estaban oscurecidas, y sus sentidos atacados por la tormenta. ¿Ha sentido lo mismo alguna vez? Pensemos en lo que aprendieron los discípulos, y nos servirá de ayuda.
La soberanía de Jesús. Jesús demostró Su soberanía sobre la Naturaleza y sobre nuestras vidas. Dios tiene el control absoluto, no hay ningún momento en el que no esté guiando nuestras tormentas. Los vientos soplaron, fuertemente y las olas se levantaron a más no poder. Pero Jesús sabe dónde estamos, hacia dónde vamos, y conoce la fiereza de la tormenta. Recuerde: Aquél que murió en nuestro lugar, sostiene el futuro y también nos sostiene a nosotros porque nos ama.
La protección de Jesús. Jesús demostró Su poder protector en esta tempestad. Protegió a los discípulos en la barca, y protegió a Pedro en el agua. Pero no deje de ver una lección esencial: Jesús dejó que Pedro se hundiera lo suficiente, para que reconociera su insuficiencia y se volviera al Señor para que Él lo salvara. Nos protege el recordar que somos absolutamente incapaces sin Jesús, y que debemos volvernos rápidamente a Él.
La soberanía de Jesús y Su protectora presencia llevaron a los discípulos a adorarle como el Hijo de Dios.
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