La sabiduría humana carece de sentido a los ojos de Dios. Aunque puede sonar riesgoso desechar nuestra lógica para buscar la de Dios, los beneficios de “andar sabiamente” son inmensos.
La primera bendición es la de conocer a Dios. El Señor está personalmente involucrado en cada faceta de nuestras vidas. Cuanto más conozcamos Su carácter, más entenderemos Su perspectiva, sabremos donde está actuando, y podremos responder adecuadamente a las circunstancias de la vida. Otro beneficio es una dirección clara. Dios lo ve todo, ya que Su perspectiva es precisa, y cada decisión Suya es correcta. Él sabe exactamente qué se necesita para lograr Su voluntad en nuestras vidas, y lo que hace falta para resolver los problemas de una manera espiritual. El Señor nos ayuda a triunfar.
Un tercer beneficio es la protección divina. Como nos dice Proverbios 28:26, “el que confía en su propio corazón es necio; mas el que camina en sabiduría será librado”. No debemos confiar en nuestras emociones, pues éstas son fácilmente influenciadas por la carnalidad. Tampoco podemos confiar en las opiniones del mundo. La protección de la sabiduría se manifiesta cuando tenemos un espíritu de discernimiento, un espíritu sensible al propósito y a la voluntad del Señor para nuestra vida.
Intimidad con Dios.
Dirección clara.
Protección divina.
La sabiduría humana no puede dar nada de esto, porque ellas provienen solamente de Dios a través del Espíritu de Cristo.
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