"Proverbios 24:30-31 Pasé por el campo del perezoso, y junto a la viña del hombre falto de entendimiento. Y he aquí que por toda ella habían crecido los espinos, Ortigas habían ya cubierto su faz. Y su cerca de piedra estaba ya destruida".
Las pequeñas actitudes que van en aumento son las que llevan a nuestro campo a esa situación. Entiéndase como nuestro campo, nuestra vida, al igual que nuestra familia. Este pasaje nos habla también de las cercas destruidas.
Las cercas nos muestran los límites, nos marcan fronteras y nos dicen hasta donde podemos llegar. Pero también, las cercas marcan una frontera al enemigo y le dicen hasta dónde puede llegar.
El perezoso llega hasta el estado en que su cerca está derribada. Nos enseña, a los que somos padres, la necesidad de establecer límites a nuestros hijos, para que tengan presente hasta donde pueden llegar. Por eso es muy importante que nuestro campo tenga esos linderos bien definidos.
El campo descrito en este pasaje, estaba lleno de espinos, los cuales nos hablan de dolor, de dolores no sanados, y también de rencores. Recordemos que Jesús nos enseñó que debemos perdonar. Igualmente nos dice que había yerba. La mala yerba, al igual que nuestros malos hábitos, crece sola no hay que cultivarla. Esto hace referencia a esos malos hábitos que se han reproducido en nuestras vidas o en nuestras casas. Los hábitos son un patrón adquirido producto de una repetición continua de una cosa.
Hay hábitos del corazón que están ocultos, y muchas veces, ni nosotros mismos nos damos cuenta de que están ahí. Tales como los rencores, los celos, las envidias, etc. Estos hábitos que están arraigados en el corazón y muchas veces no son visibles pero están allí. Mas Dios, que nos conoce en lo secreto sabe de esos hábitos. A Él no le podemos ocultar esas malas costumbres. Él sabe y los identifica.
Hay hábitos destructivos que son más visibles, tales como ciertos tipos de adicciones, las manías y obsesiones. Esa formación de malos hábitos viene producto de una conducta continua. Por eso es necesario que revisemos nuestro campo para ver qué malas yerbas se han reproducido en él, cuáles malas costumbres o malos hábitos se han arraigado en nuestras familias o en nuestras casas, para arrancarlas y desecharlas.Para poseer las promesas de Dios debemos abandonar la pereza.
Sabemos que Dios tiene promesas para sus hijos. Sin embargo, no siempre es el enemigo quien está obstruyendo para que esas promesas se cumplan. Muchas veces es producto de nuestra negligencia y de nuestra pereza. En Jueces 18:9 dice “Levantaos, subamos contra ellos, porque nosotros hemos explorado la región, y hemos visto que es muy buena ¿y vosotros, no haréis nada? No seáis perezosos en poneros en marcha para ir a tomar posesión de la tierra”. Estas fueron las palabras de Josué al pueblo. Nuestra negligencia, nuestra comodidad, no nos permite a veces tomar la tierra que Dios nos ha dado. Debemos revisarnos interiormente para saber cuales promesas de Dio no hemos alcanzado por causa de la pereza.
continuara------
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